El pasado 23 de junio fallecía en Argentina la hermana Cecilia María, monja carmelita descalza. Tenía 43 años. Una foto de su rostro sonriente, en los días ya muy cercanos a su fallecimiento, se ha vuelto viral como se dice ahora.
Busqué información al respecto. No, no parece que el final de su vida fuera muy agradable. Leí lo que un sacerdote dijo de ella y que lo transcribo ahora literalmente:
“En estos tiempos en que es viral lo escandaloso, lo escabroso, el mal, en definitiva, una sonrisa pocos días antes de morir en el rostro de una joven monja, ha recorrido el mundo suscitando en tantos el interés por saber cómo murió. Quizás la respuesta la encontraremos si alcanzamos a saber cómo vivió. Quien la conoció en profundidad aseguran que era verdaderamente una mujer de Dios, transparente, alegre, y totalmente entregada al Amor, atenta siempre a los demás, hasta el final…”
Eso es, saber cómo vivió. La vida que llevó. Y cuando rascas en ello te das cuenta de que el servicio, el amor y la trascendencia le han dado a su vida una sonrisa tal que ni siquiera la muerte puede ocultar.
Creo que es ahí dónde está la clave. ¿Qué vida vivimos?
Y preguntarnos también si cuando nos acerquemos a ese momento, que a todos nos iguala, seremos capaces de esbozar una sonrisa así. Una sonrisa sospecho que llena de esperanza, libre y sin miedo. Igual que la vida vivida.
A mí ya me has iluminado María Cecilia. Gracias.
Que descanse en paz e interceda por los que quedamos.
Gracias Emilio por traernos tan hermosas noticias para rescatarnos de la rutina y devolvernos la esperanza y alimentar nuestra FE.