De un tiempo a esta parte no hago otra cosa que escuchar afirmaciones categóricas sobre nuestra transición política, especialmente de los nuevos jóvenes que parecen haberse adueñado de la política. Por cierto, que tengo para mi que esta gente practica una reflexión muy peligrosa y totalitaria, como es la de considerar que solo ellos y los de su generación serán capaces de cambiar a mejor la realidad social y económica de nuestro país llevándonos a un sistema mucho mejor. De acuerdo con esto, los demás servimos ya para poco y además formamos parte de la vieja política. En fin.

Además, por otro lado me encuentro con personas que siendo más próximas a mi generación, hacen ahora un balance muy crítico de esa transición y no hacen sino ver aspectos negativos de la misma, afirmando que muchos de los lodos actuales provienen de aquellos barros. Es más, me pregunto, cuando hablo con ellos, acerca del país en el que viven porque parece que, según ellos, seguimos viviendo en una dictadura en la que podemos votar cada cuatro años.

Tengo que afirmar que nuestra transición tuvo defectos pero no creo que uno de ellos fuese la falta de legitimidad del sistema con que nos dotamos; que es cierto que una parte de la clase política de ahora ha deshonrado la confianza que en ellos pusimos y las esperanzas que la transición supuso para muchos; y que el sistema de separación de poderes (entre otras cosas) es manifiestamente mejorable, pero de ahí a denostarla como se está haciendo me parece que hay un abismo. Además si los hechos no cuadran, para eso nos bastamos con cuatro martillazos llenos de conspiración y triquiñuelas, algo que a los españoles nos encanta.

He leído un breve discurso de Clinton en el que cuenta una anécdota de Nelson Mandela y que la transcribo porque me parece clarificadora respecto a lo que vivimos en el pasado y respecto a lo que estamos viviendo, hoy en el presente:

“Nelson Mandela, invitó a sus carceleros a su toma de posesión y, más importante aún, mantuvo en su gabinete a miembros del gobierno precedente, el mismo que le había mantenido preso. Recuerdo que me llamó diciéndome que le estaban haciendo la vida imposible. Le pregunté: –¿Quién? ¿Los Boers? Y me respondió: –No, ¡los míos! Le pregunté entonces qué explicaciones les había dado y me contestó: – Acabamos de votar por primera vez en 300 años. ¿Somos capaces de gestionar los bancos solos? ¿Y el ejército? ¿Y la policía? ¿Hay algo que podamos gestionar solos? La respuesta es no; así que vamos a tener que gestionar este país juntos, vamos a tener que construir este país juntos. Yo he estado en la cárcel 27 años. Si soy capaz de superar esto, vosotros también deberéis ser capaces

Mandela no quiso cuentas. Estaba interesado en avanzar y para ello la inclusión fue crítica. El modo en el que se hacen las cosas es determinante”

Creo que hay poco que añadir. Claro que todo es mejorable, pero todos los personajes de la vida pública que viven en una cierta superioridad moral y, también, los que en la esfera privada actúan de forma parecida, creo que debieran mirar de otra manera las cosas y la realidad, tanto para analizar el pasado como, especialmente, para enfocar el presente y construir el futuro, que por cierto, es cosa de todos.

Mucho me temo que quienes están mirando el pasado con esa visión tan crítica son los que ahora quieren construir el presente desde ese mismo esquema.

Escuchen a Mandela. Nos vendrá a todos bien.