Hace unos años una multinacional farmacéutica me encargó una búsqueda para la cobertura de un puesto de MSL en la misma. Imagínense un puesto muy bien pagado, con ciertas responsabilidades y con unas elevadas exigencias en términos de experiencia, idiomas, competencias, etc.
Recuerdo que una de las candidaturas me causó una fantástica impresión. Quizás haya sido una de las mejores profesionales a las que yo haya entrevistado. Excelente formación, idiomas, un trato genial y divertido, competencias profesionales adecuadas para convertir el puesto en una posición exitosa, experiencia internacional pues había estado cuatro años investigando en un prestigioso centro de Nueva York, etc. En aquél momento hacía un trabajo muy similar en otra multinacional.
Finalmente, no presenté su candidatura. Tras una larga conversación con ella ambos llegamos a la conclusión de que aquel no era su puesto pues era hacer lo mismo simplemente cambiando de empresa y con una ligera mejora económica. He seguido su carrera y es exitosa y aunque no hemos hablado hace mucho, imagino que sigue siendo tan maja como entonces.
Una de las cosas que me llamó la atención de aquella entrevista es el momento en el que me comentó su experiencia americana. Trabajaba como investigadora. Salía de su centro de trabajo a las diez de la noche casi todos los días, pero me comentaba que sus compañeros coreanos dormían en el propio laboratorio. Me confesó que aunque aquello había tenido mucho de vocacional no estaba dispuesta a seguir con aquél ritmo, decidió dejarlo y volverse a España.
Aquello me hizo pensar. Una persona cualificada técnicamente, con vocación, con ganas. Llegó un momento en que no lo aguantó más. Ella creía que aquello había merecido la pena pero hasta cierto punto. Esta experiencia podría ser analizada desde varias perspectivas. Yo me centraré en la que de forma directa tiene que ver con la gestión del propio desarrollo profesional.
Es esta una experiencia que me encuentro con mucha frecuencia en las entrevistas de selección que sigo haciendo. Un recorrido que termina en un momento dado porque no hay salida.
Cuando las personas se enfrentan a su futuro profesional suele ser muy importante, en esa decisión, la vocación y el deseo de hacer aquello que creemos es lo que amamos profundamente. Pero, a veces, eso que amamos nos exige hasta unos niveles en los que necesitamos unas competencias o cualidades de personalidad profesional (en el caso que nos ocupa resiliencia, tolerancia a la frustración, paciencia, calma en un nivel de exigencia muy elevado, entre otras) que, tal vez no poseamos en los estándares necesarios, y eso genera en el medio y largo plazo una enorme frustración, una sensación de tiempo perdido y un proceso de reincorporación posterior a un mercado de trabajo que no es generoso ni comprensivo.
El mundo que vivimos nos dice que busquemos aquello que amamos, lo que deseamos. Que luchemos por ello. Jobs nos decía que oigamos nuestra voz interior, que no sigamos los dogmas de otros. Y creo que tenía razón. De lo que Jobs no hablaba en su discurso es de las otras competencias y cualidades que él tenía y que le ayudaron, quizás de forma definitiva, a perseguir sus sueños, a seguir hambriento y alocado.
Sospecho que una las causas de todo esto es la escasa capacidad (no se enseña, nadie nos da pistas respecto a cómo somos, nadie nos aporta feedback respecto a fortalezas y debilidades) que tenemos de dirigir nuestra propia vida, de gestionar nuestra carrera considerando todos los factores que en la misma pueden intervenir e integrarlos adecuadamente: lo que quiero, lo que se y lo que puedo.
Un equilibrio entre todos esos factores ayudaría y mucho a evitar situaciones de este tipo y a conseguir con cierta prontitud en la vida lo que en el fondo se espera de todos nosotros: contribución y resultados. Saber, en definitiva, el lugar al que pertenecemos.
Y aunque de todas las experiencias vitales aprendamos o debiéramos aprender, nuestra cultura sigue siendo una cultura de éxito, el “fracaso” no es visto con buenos ojos, no vende. Sólo lo hace como parte de una historia de éxito.