A veces tengo la impresión de que nos estamos volviendo como los perros del experimento de Pavlov. Ellos salivaban ante el sonido de una campana o timbre. Nosotros parece que salivamos ante la aparición de cualquier cosa novedosa que aparezca en el mundo de la gestión de personas en las empresas. Así, hay multitud de personas que salivan ante palabras como talento, gestión de la felicidad, engagement, gamificación, digitalización, knowmad, etc., y en general ante cualquier otra palabra medianamente nueva y a ser posible, en inglés.
Me pregunto si en lugar de salivar nos planteásemos un ejercicio serio para discernir ante que nos encontramos. Discernir si estamos trabajando, una vez más, focalizándonos en lo accesorio e instrumental en lugar de centrar nuestra atención y reflexión en lo esencial, que es la persona, su ser y su realidad: en definitiva en todo aquello que hace que la persona sea el centro y no el instrumento.
Bajo la siempre apariencia de lo nuevo, de palabras casi mágicas, con al aporte de un magnífico storytelling, y la magia de vivir, además, una experiencia, sospecho que nos estamos acostumbrando a salivar y no a discernir. La sensación que me queda es que cada día bebemos un poco de Soma al igual que en Un Mundo Feliz y con eso nos calmamos o nos calman. Y así, cada día somos más carne de lo instrumental y pocas veces intuimos donde está lo esencial de nosotros porque está perdido y escondido en todas esas cosas que con tanta habilidad llaman nuestra atención y que hábilmente nos hacen fluir.
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