http://www.vozpopuli.com/actualidad/Alsina-desarma-Iglesias-Alsasua-lesiones_0_1010899055.html
Tiene este post como añadido un link a una noticia sobre Pablo Iglesias. No me voy a meter en este texto con él aunque sea el principal protagonista de la misma. Uso la noticia como excusa porque creo que es un claro ejemplo, como muchos otros en la vida pública y en la vida privada de España, de un mal que nos acecha desde hace mucho.
Me refiero a la falta del sentido de la profesionalidad, de no haber hecho las tareas, de no hacer bien el trabajo. Improvisar, salir por la tangente, no estudiarse las cosas, etc., es algo ya habitual y propio de nuestra época: la superficialidad, el centrarse en lo instrumental dejando de lado lo sustancial o esencial. Quizás porque ello de más réditos en términos de público, aplausos de los propios o minutos de gloria aunque sea efímera y tan cortoplacista.
En el mundo de la empresa, de las personas que trabajan en las empresas (sí, ese de los rrhh) sucede algo parecido produciéndose, además, un fenómeno paralelo muy llamativo. Me explico. Ya es raro no toparse a diario con uno o una que, sin parar de hablar, hacer gracias, «descubrir América», o darnos las claves de algo (lo que sea), en el fondo nunca dicen nada. Todo se está focalizando en construir relatos, generar experiencias, vivir y aflorar emociones, etc. Y cuánto más dicharachero, gracioso, ruidoso y lleno de fuegos de artificio haga el “uno o la una”, mejor.
Mientras tanto, la profesionalidad, el rigor, el trabajo bien hecho, estudiar las cosas, ir a lo sustancial, usar lo instrumental como lo que es, llevar los deberes hechos etc. es cada día más una “rara avis”. Y en nuestro fuero interno, todos sabemos que nos haríamos a nosotros un enorme favor, en todos los ámbitos de nuestra vida, si cambiáramos nuestro enfoque.
Y no me parece mal que haya, de vez en cuando, fuegos de artificio, pero cuando el ¡viva la pirotecnia! lo ocupa todo sospecho que algo estamos haciendo mal. Y me temo que una prueba de ello, entre otras cosas, es la cantidad de personas heridas, doloridas y preguntándose por lo que hacen. Porque la pirotecnia es efímera y cuando el humo desaparece queda la realidad, lo sustancial. Y para trabajar con eso hacen falta otras cosas.
Otro día, más.