Recuerdo a mi madre haberme hecho alguna reflexión sobre unos personajes que abundaron en la posguerra española y durante mucho tiempo después. Eran aquellas personas que habiendo ganado la guerra e identificados con el régimen, se encontraban a gusto en un entorno en donde ellos tenían mucho que decir y mandar. Eran los que señalaban como había que vivir cualquier aspecto de la vida de los españoles de entonces: forma de vestir, acerca del noviazgo, el trabajo, las costumbres, la moral y cualquier cosa que tuviera que ver sobre los valores morales de una sociedad que ellos estaban construyendo tras la “gloriosa cruzada” pilotada de forma magistral por “el caudillo por la gracia de Dios”. En fin, era lo que según mi madre se conocía por “gente de orden”

Pues bien, tengo para mí que ahora en nuestro país y ya sin dictadura, sin vivir por “el imperio hacia Dios”, hay de nuevo gente similar. Gente que establece lo que es correcto en el pensar, el actuar, el hablar, etc. y, a veces, pasan de lo correcto a la situación en la que si dices lo contrario serás tildado de fascista. No se te ocurra decir ciertas cosas porque eso será contrario a la igualdad de género, no pienses por tu cuenta porque eso es ser retrógrado y contrario a la igualdad. Ten cuidado porque puedes acabar con tus huesos en un juzgado o vilipendiado civilmente y preguntándote ¿en qué país vives?

Desconozco si ahora en nuestro país hay “régimen” como en la oprobiosa. Puede que no lo haya político, pero si lo hay sociológico y tiene sus valedores, sus defensores y los que viven de ello. Y curiosamente, al igual que aquella gente de orden del franquismo, también estos viven bien, ganan pasta, miran a los demás desde esa superioridad que solo da el ser “gente de orden”. Salen en las tertulias, escriben en los periódicos, presentan programas en los que siempre los demás lo hacen mal porque ellos son gente de orden. Y, curiosamente, no paran de hablar del franquismo.

A los del franquismo por edad no los conocí. A estos los soporto con renovado estoicismo, pero he de confesar que estoy harto de ellos, de sus rollos, de lo bien que viven y de lo bien que se lo montan diciendo a los demás como se tiene que ser.

Sospecho que si hubieran vivido en aquellas épocas también hubieran sido “gente de orden” que se hubieran dedicado a dirigirnos la vida a los demás porque ellos son eso: gente de orden.