CocheEs verdad que, como decía el otro, la ciencia ha avanzado una barbaridad. Lo que me pregunto, a veces, es si en otras cosas hemos avanzado o nos estamos volviendo cada vez más idiotas.

Veamos. El otro día reflexionaba sobre el influjo que sobre nosotros ejerce la posesión de un vehículo de cuatro ruedas. La posesión de un determinado vehículo se supone que nos aporta un cierto estatus y dice cosas acerca de nosotros. Claro, el modelo dominante es el que afirma que la posesión de determinadas cosas, cuanto más llamativas, caras y potentes sean más nos hacen destacar sobre el resto. Y es un modelo que hemos comprado yo diría que, incluso, con entusiasmo.

Si reflexionamos un momento acerca de esto podemos obtener alguna conclusión que nos podría sacar más de un color. La más sencilla es aquella que pone de manifiesto que como personas le hemos otorgado a un objeto inanimado la capacidad de diferenciarnos y definirnos. Es decir, el coche en este caso (podríamos hablar de otras cosas) nos define y nos otorga un cierto valor. Si uno lo piensa en frío no habría más remedio que gritar aquello tan español de ¡tiene cojones!

En fin. Imagino que seguiremos pensando que mola más que alguien nos vea con un “buga de segmento premiun”, como se dice, a que nos vea con un coche más sencillito. Pues bien, mientras sigamos pensando así y dejando que algo que no tiene vida propia nos defina no habremos avanzado mucho, al contrario que la ciencia.