Desocupado lector.

Dos experiencias más o menos recientes me animan a escribir esta entrada.

La primera historia tiene ya más de un año. Es la historia de una persona que después de muchos años en la misma empresa, haciendo un trabajo serio, dedicado, con responsabilidades y de valor tomaba la decisión de prejubilarse. Esta decisión no la tomó solo él sino algunas personas más. La empresa decidió agrupar en un mismo acto una celebración de despedida junto a un evento interno anual. Hasta ahí todo normal. Primero se celebró el evento que fue divertido y acogedor según todos los asistentes; luego la copa de despedida de aquellos que se marchaban. Todo bien, excepto por un detalle. En la parte dedicada al evento interno estaba la cúpula directiva de la empresa. En la copa destinada a despedir a los que se iban prácticamente no había ningún directivo de primer nivel de la compañía. ¿Tenía esto sentido? ¿De qué manera se rendía homenaje a aquellos que habían dado lo mejor de sus años profesionales?  ¿Cuál es la credibilidad de esa empresa cuando habla del talento, las personas y el capital humano? ¿Ya no estaban porque no eran los protagonistas? ¿Tiene sentido que luego se “desvivan” en acciones de RSC para dar esa imagen de valores y principios? Muchas más preguntas me asaltaban cuando escuchaba esta historia.

La segunda historia es más reciente. En un proceso de selección llevado a cabo hace dos meses uno de los candidatos, por cierto una excelente persona y un excelente profesional, me comentaba sobre su salida de su última empresa. Pertenecía al comité de dirección. Los resultados habían sido muy buenos y verificables. Pues bien la historia era que llegó un nuevo director general y ni corto ni perezoso decidió que para esa posición quería tener a alguien de confianza (“uno de los nuestros” si estuviéramos en otro contexto) y en consecuencia despidió a esta persona. Y siguen hablando de talento, valores, personas, capital humano, etc. ¿Dónde queda, una vez más, todo eso? Venga hombre, no me jodan.

Tengo para mí que a un directivo se le paga para que tenga resultados a través de otros y como consecuencia de sus propias acciones. ¡Qué visión tan profética la de este director general que sabía que con esa persona no iba a conseguir resultados! ¿Cómo es posible que las empresas toleren, como organización, ese dispendio de talento, dinero en indemnizaciones y demás sólo para atender al sentimiento de un directivo aunque sea el general? Si la persona no hubiera tenido resultados positivos en esta nueva etapa probablemente prescindir de ella hubiera sido la decisión correcta pero mientras eso no quede acreditado ¿Todo se fía a la emoción de una persona por muy director general que sea?

En fin, conozco el principio de Peter. Comienzo a preguntarme si conforme se asciende en las organizaciones, además de la posible incompetencia, se entra en un bucle de tontería, estupidez, inmoralidad y barra libre tolerado por el entorno porque cuando otros lleguen se sentirán legitimados para hacer lo mismo y porque los de su alrededor no tengan el coraje de poner negro sobre blanco tanta tontería, de señalar al rey diciéndole que está desnudo o porque ellos también han caído en las redes de la tontería, la estupidez y la inmoralidad.

Y lo peor suelen ser los ropajes y envoltorios con los que muchos de estos directivos dan la cara al mundo exterior donde siempre encuentran palmeros que los saludan y vitorean. Quizás sea así para siempre o tal vez algún día las cosas mejoren. Yo no pierdo la esperanza.