El origen de estas líneas se sitúan en una conversación mantenida con mi hermano Antonio. Hablábamos acerca de la presencia del autoritarismo en nuestros genes patrios. Cómo, de alguna manera es muy habitual encontrarse con tics autoritarios en muchos ámbitos de nuestra realidad: la empresa, la escuela, la política, el periodismo, etc. Y curiosamente, son unos tics que uno los ve presentes en personas de cierta edad pero también en los más jóvenes y esto último causa una gran sorpresa porque (inocentes de nosotros) pensábamos que estas cosas habían cambiado. No es así.

Contrasta ello con la realidad de otras sociedades en las que, sin que ello suponga renunciar a los propios principios, opera un mayor pragmatismo que busca puntos comunes, puntos de acuerdo. Es lo que se suele llamar habitualmente el modo win/win (gano/ganas) que curiosamente tanto se explica en infinidad de seminarios, pero que parece que luego casi todo el mundo aparca porque vuelve a resurgir ese autoritarismo que todo lo invade.

Me comentaba mi hermano Antonio, como le había llamado la atención en la serie “El ala oeste de la Casa Blanca” ese permanente estado de negociación para sacar adelante muchas situaciones y realidades. Cómo había que transigir, ceder, empatizar para ver la perspectiva del otro y acabar convencido de que era posible que la otra parte tuviera algo de razón, aunque eso supusiera renunciar a perspectiva propia y a la certeza de que no era la solución ideal, pero si una solución razonable.

Otro ejemplo fascinante de lo que puede ser negociar y la fórmula win/win se daba en una de mis películas favoritas “Matar a un ruiseñor” en la que Atticus explicaba con enorme sencillez pero también con inmensa claridad, a su hija Scout lo que era empatizar y transigir.

A nuestro autoritarismo patrio le encanta hablar de líneas rojas, de cuestiones irrenunciables, de principios inamovibles (como lo era la posición de firmes en la mili) y demás palabras altisonantes. Sigo viéndolo a diario.

Está claro que cada uno puede y debe tener sus principios, está claro que hay cuestiones y principios que deben ser comunes y aceptados por todos, tales como el “primun non nocere” (lo primero no hacer daño) pero nos ha encantado construir otros, demasiado ficticios y rimbombantes. Sospecho que muchos de ellos basados, tan solo, en el miedo a parecer blandengues y poco sólidos.

¿Nos hace ser así avanzar y progresar?, o nos hace ser más tozudos (como diría mi madre) e intransigentes, y seguir en el mismo lugar muchos años después.

Quizás debiéramos aprender que no todo puede ser como yo digo y que otros pueden ver las cosas de otra manera, pero que tendremos que encontrar un punto en el que ambos podamos compartir vida, proyectos, la calle, un presente y un futuro. O sea win/win. Transigir, en definitiva.

Lo otro nos acabará llevando del autoritarismo actual, al totalitarismo. No es la primera vez que ha pasado y hay demasiada gente que estaría encantada en que volviera a pasar.

Buen fin de semana.