Mula es la última película que ha dirigido y protagonizado Clint Eastwood. A mi juicio, una vez más, Eastwodd ha demostrado que es un maestro detrás de la cámara contándonos una historia que parece inverosímil. Una historia que nos habla de un hombre prácticamente anciano que decide, por necesidades económicas, trabajar para un cartel de la droga con el objetivo de introducir la misma en Estados Unidos. Llevará a cabo su trabajo con tanta solvencia que se convertirá en uno de los más eficaces muleros del cartel.
Más allá de las consideraciones morales que se puedan efectuar sobre el personaje y su comportamiento al trabajar para tan “peculiar” empresario; más allá de las reflexiones que nos puedan generar su tormentosa (una vez más) relación con su familia, creo que de la película Mula se pueden extraer algunas conclusiones de interés para ser reflejadas en estas líneas y en este blog.
Llama la atención una historia real, imagino que, modificada por el guion de la película en diferentes aspectos, que nos muestra a un hombre ya muy mayor tomando la decisión de realizar un trabajo que cualquiera de nosotros consideraría más propio de una persona más joven y aguerrida. Pero lo cierto es que lleva a cabo su trabajo de forma eficaz y sin asumir riesgos, siguiendo las reglas y adaptándose a unas situaciones completamente nuevas para él. Asimismo, las relaciones que entabla con quienes le proveen de sus cargamentos, al igual que las que mantiene con los receptores de los mismos evidencian la adaptación que el personaje ha tenido que realizar para comprender los códigos de esas personas, sus lenguajes, su modo de relacionarse hasta convertir la brusquedad, propia de ese ambiente, en una relación más fluida y hasta cercana.
Y ¿podemos sacar alguna conclusión de todo esto que pueda ser de utilidad a estas cosas del management y los recursos humanos que tanto nos preocupan? A mi juicio sí. Nos encontramos ante un el prototipo de hombre casi anciano, paradigma del colmillo retorcido y de la falta de flexibilidad, de la zona de confort más que consolidada, etc., (añadan ustedes cuantos prejuicios adicionales quieran acerca de las personas mayores y el trabajo) que hace un trabajo no solo correctamente sino de forma claramente eficaz, con resultados.
Tengo para mí que se trata de un personaje que pone en funcionamiento su experiencia y sus conocimientos (y todo ello debidamente gestionado da como resultado la sabiduría) al servicio de un trabajo y tiene éxito.
A menudo, se considera a la gente mayor (y ya se considera que a partir de los 45 años se es mayor) como carente de flexibilidad, con ideas ancladas e inamovibles, con el colmillo retorcido y con una experiencia que se convierte en una barrera para nuevos aprendizajes. A mi me parece que nos estamos perdiendo la sabiduría que muchas de esas personas tienen y que podría suponer un importante valor añadido para cualquier organización. Pero claro, son caros y “carecen” del potencial que parece patrimonio exclusivo de los jóvenes.
Creo que Clint Eastwood da una clara enseñanza de que nos estamos equivocando y que los mayores pueden aportar mucho. Pero claro, esto es lo habitual en un modelo que sigue confundiendo precio con valor.
En cualquier caso, vean la película. Merece la pena ver de nuevo al maestro tras y delante de la cámara.
Emilio, como siempre tu reflexión sobre la edad en las Organizaciones muestra que las ideas preconcebidas acerca del diferente son una barrera en la gestión de personas y supone la pérdida de capacidades, actitudes… que pueden ser un gran valor para cualquier empresa. Miremos a la persona y conozcamos qué aporta sin sesgos por cualquiera de sus características.