El Evangelio del miércoles de ceniza relata como Jesús de Nazareth habla a sus discípulos acerca de la manera en que “han de actuar en cuestiones tales como la limosna, la Oración, el practicar la justicia, etc. Para Jesús todo eso ha de ser realizado con discreción, sin aspavientos, de modo que la mano derecha no se entere de lo que hace la mano izquierda y que, incluso, cuando se renuncie a cosas (ayuno) no se ponga cara de estar haciéndolo, sino todo lo contrario. En definitiva, es toda una propuesta de modo de vida: sencillez, humildad y discreción.

Contrasta esta propuesta de vida con lo que vemos a diario. La ostentación y la puesta de manifiesto de lo bueno que soy y las cosas que hago. Algo que con mucha gracia se denomina “postureo”. Seguramente, los puristas me dirán que el postureo es mucho más que eso, pero para este contexto creo que se entiende perfectamente.

En su película “Cartas de Iwo Jima” Clint Eastwood rueda una escena muy curiosa en la que un soldado japonés lee la carta que un soldado americano, herido y prisionero, ha recibido de su madre. En ella, entre otras muchas cosas, su madre le dice “haz lo correcto porque es lo correcto” Creo que esta es la clave. Hacer las cosas correctas, lo adecuado porque sabemos que eso está bien y esa ha de ser la recompensa, la certeza de que se está haciendo lo correcto. Eso debiera ser suficiente. El postureo, tan de moda y tan presente, debiera sobrar.

Así pues, estas recomendaciones del Evangelio me han parecido perfectas para el creyente y para el no creyente, como modo y estilo de vida.

Para el no creyente, lo que el Evangelio dice es eso: haz lo correcto porque es lo correcto y no busques ni trabajes, con esa ansia propia de la modernidad, el reconocimiento de los demás que no es sino postureo. Vive en tu interior la satisfacción de lo bien hecho y disfrútalo. Debiera ser suficiente.

Para el creyente, además de lo anterior, el hacer las cosas correctas forma parte de una relación especial con el Padre, la certeza de estar haciéndolo porque es el Amor de Dios y hacia Dios quien me lleva a ese comportamiento. Porque con Dios, sospecho que en absoluto, funciona el postureo.