El programa de Évole ha metido, de forma diferente a la habitual, en nuestra casa a Mercadona.

Permítanme hacer, por ello, algunas consideraciones sobre lo que ví en el programa.

¿Es un error el afán de Mercadona por reducir el absentismo? Creo que no. Pudieran serlo los criterios y métodos que se hayan establecido para ello, pero créanme, básicamente los mismos que otras empresas de distribución han usado, usan y usarán. Por otro lado, en las tiendas el factor humano suele estar enormemente ajustado, luego una baja por enfermedad genera distorsiones bastante importantes en el día a día de la misma. Seguramente, sea posible mejorar el sistema de seguimiento para diferenciar al jeta (que los hay, todos los hemos conocido y, lo que es peor, muchas veces los hemos tolerado y hasta defendido) de quien realmente está enfermo y debe estar de baja médica. Seguramente, en esto Mercadona pudiera mejorar. Pues bien, que aprenda de posibles errores y mejore, porque generalizar suele ser un error.

Del programa me perecieron muy flojas las dos personas de nivel directivo que aparecieron. No llevaban las tareas hechas o alguien no les advirtió (por ejemplo recursos humanos o relaciones laborales) de cosas con las que se podían encontrar. Cuando se participa en un programa como éste no se deben esperar palmaditas y, especialmente, no se debe esperar que todas las decisiones que la empresa haya tomado hayan sido razonables o sean vistas como tales. Hay que estar preparados, es lo que exige la profesionalidad. Volvemos al error humano. Pero además había una especie de acartonamiento y automatismo en las respuestas que no sé cómo interpretar…

De las personas que intervinieron con un sentido crítico hacia la empresa no tengo nada que decir. Están y estarán en su derecho, faltaría más, a manifestarse como lo hicieron. No se puede pretender la adhesión inquebrantable de todo el mundo a la misma realidad. Seguramente, algunas de las cosas que denunciaban eran verdad, otras quizás estuvieran distorsionadas, no tengo una certeza absoluta al respecto. En cualquier caso, lo que si parecía evidente en el caso de la sindicalista, si las pruebas que había aportado eran ciertas y reconocidas en sentencia firme, es que quien era su jefe dejaba bastante que desear. Una vez más, meteduras de pata.

Termino.

Lo que me llama la atención es ese especial afán de perfección que desde hace años nos inunda cuando analizamos el mundo de la empresa o la vida en general. Pretender que Mercadona sea una maravilla y el culmen de la excelencia me parece tan absurdo como demonizar a Mercadona como el símbolo evidente de todos los males del capitalismo. Todo ello me parece un sinsentido. En el mundo del denominado “management” existe cierta pasión por crear mitos y leyendas que sirvan para todo: caso de éxito, modelo de gestión, ejemplo de crecimiento, paradigma del liderazgo etc.

No le tengo especial simpatía ni antipatía al señor Roig. Siempre he creído que quien ha tenido un éxito notable en la vida no está automáticamente avalado para pontificar de lo divino y de lo humano, aunque también creo que no es de los que más se ha pronunciado en estos aspectos. Pero lo que pienso de este señor lo pensaba de Jobs, Bezos, Gates, etc., (a pesar de algunos discursos excelentes) o de otros muchos que se lanzaron a resolver los problemas del mundo con el único (aunque reconozco que importante aval) de haber creado un proyecto de éxito.

Una empresa, por muy bien que funcione, suele ser una organización habitualmente imperfecta y ello, entre otras razones, porque suele estar gestionada por seres imperfectos, es decir, personas.

El reto es aprender de los errores, de lo que se hace mal y mejorarlo poco a poco. Esa “perfección” suele acabar en soberbia, y la soberbia no nos permite darnos cuenta de que quizás no lo estamos haciendo bien y de que “no somos perfectos”. La vida y el mundo evolucionan y cada día surgen nuevas realidades y problemas. De todo ello hemos de aprender y quizás descubrir que son necesarias nuevas soluciones. Y esto creo que es aplicable tanto a Mercadona como a Salvados. No debiéramos olvidarlo