He leído en los últimos días varias noticias relativas a los acuerdos que en materia de conciliación se han puesto en marcha en diferentes empresas generando unos horarios más aceptables. Me alegro por ello.
Pero, con respecto a la cuestión de la conciliación siempre he tenido un punto de vista creo que atípico. Me explico.
Habitualmente, en la mayoría de las organizaciones los problemas de conciliación se han planteado con posiciones que dentro de las empresas disponían de un estatus medio/alto. Es decir, no eran perfiles de mano de obra directa, no eran posiciones de soporte administrativo, etc. Al contrario, eran ya posiciones con ciertas responsabilidades, que asumían la gestión de pequeños equipos, etc. Pero curiosamente, en lo que menos autonomía parecían tener era en la cuestión del tiempo de presencia en la empresa.
La pregunta que me hacía entonces y aún me hago ahora es: ¿Cuál era el miedo de conciliar? ¿Por qué era tan difícil irse a casa a una hora razonable?, ¿Cuál era el nivel de autonomía personal del que de verdad se disponía? ¿Dónde estaba escondida nuestra libertad cuando esa conciliación “no podía” ser? ¿Cuál era o es el nivel real de autoliderazgo que hacía y hace que no se pudiese salir antes? ¿Cuál es la capacidad de decidir sobre nuestra vida profesional y el tiempo que ocupa? ¿Dónde estaban puestas nuestras prioridades? Podría plantear muchas otras preguntas.
Al final, tiene que ser una organización la que tome medidas y establezca mecanismos para ello. Una vez más, convertidos en hombres y mujeres de la organización. Bajo la tutela y el enfoque de desarrollo de una organización.
Desde hace ya mucho me parece evidente que ser un buen profesional es ser también alguien con capacidad de gestionar la propia vida, alguien con un profundo sentido de la libertad y responsabilidad, que siendo consciente de que su tiempo pertenece, casi siempre a otros, tiene criterio y autoridad suficiente para gestionar su vida más allá de hábitos, costumbres o tradiciones en la compañía. Alguien a quien el presentismo se la trae floja (y perdón por la expresión) y lo que le preocupa es el trabajo bien hecho.
Tiempo es ya de que dejemos de ser hombres o mujeres de la organización (recursos humanos en definitiva) para que la organización se convierta en el recurso que esos hombres y mujeres utilicemos para desarrollar todo el potencial, las habilidades y la capacidad de crecer como personas y profesionales (y lo uno implica, siempre, lo otro).
Soy consciente de que eso no es fácil, pero hay caminos. No renunciemos a ser a lo que por naturaleza estamos destinados a ser: libres y responsables.
Buenos días Emilio;
No podría estar más de acuerdo contigo!
Soy de la opinión de que toda persona necesita, para su bienestar, un equilibrio personal y profesional. Equilibrio que creará organizaciones con «alma», donde las personas se sentirán satisfechas y, me atrevo a decir felices, en sus puestos de trabajo.
Caminemos todos juntos hacia al cambio y conseguiremos grandes resultados.
Un saludo
Noemi Mozos Ansorena
Muchas gracias Noemi. Lo que dices está lleno de sensatez. Un cordial saludo.