Dice un viejo refrán español que “las comparaciones son odiosas” pero, a veces, irremediables. Veamos.

Ayer domingo 13 de Octubre, el periódico EL MUNDO publicaba en su suplemento Crónica, entre otros, dos reportajes cuyos protagonistas eran mujeres.

En un caso se trataba de una chica asturiana activista de Femen y famosa por haber enseñado el pecho junto a otras dos compañeras en el Congreso de los Diputados. En el reportaje hacia una serie de declaraciones sobre sus estudios, su evolución, sus motivaciones y sus posibles miedos a represalias por lo que había hecho. No estoy de acuerdo con lo que piensa, ni con lo que hace pero respeto su derecho a hacerlo aunque tenga el convencimiento de que se equivoca en los fines y en los medios.

En el otro caso, el reportaje se centraba en dos chicas de Pakistan, Shazia y Kaniat. Compañeras y amigas de Malala, sobrevivieron al atentado que casi le cuesta la vida a Malala por culpa de esa enfermiza y criminal obsesión de los talibanes en contra de las mujeres. El reportaje también hablaba de sus estudios, sus miedos y su exilio por las amenazas de muerte junto a su familia. Asimismo, ellas hablan de sus anhelos, de lo que les gustaría estudiar y del futuro.

No sé, no pude evitar la comparación. Adivinen quien suscitó mi admiración. Sospecho que de las segundas, así como de Malala, tenemos mucho que aprender. Me temo, que de la primera no. Pero eso no nos evitará una larga temporada con su presencia en los medios. Es lo que hay.