Recuerdo cuando hace unos años mi madre me contó la historia de cómo, poco después de acabada la guerra, un día en las fiestas de un pueblo de Asturias un tipo quiso sacarla a bailar. Mi madre se negó y el pavo, como era falangista, pensó que allí se iba a hacer lo que a él le daba la real gana y, en consecuencia, se dirigió a la pareja de la Guardia Civil señalando a mi madre. Cuál fue la sorpresa de mi madre cuando vio que la pareja de la Guardia Civil se acercaba a ella y de forma evidente le planteó que debía salir a bailar con aquel personaje. Mi madre se siguió negando (siempre tuvo carácter y personalidad y además según ella me comentó el pavo era feo de cuidado, lo que también dijo a los guardias), y la pareja le pidió la filiación. Al identificarse, los guardias civiles la preguntaron si era familia de un tal Leonardo al que ellos conocían porque paraban en la casa en la que mi tío trabajaba como guarda y cuidador. Al responder mi madre que si, la actitud de estos cambió y pasaron de las amenazas a intentar convencerla pero mi madre siguió negándose. Al final la dejaron en paz (básicamente por ser la hermana de Leonardo) aunque el ilustre falangista seguía rondando por allí mirando con mala cara a mi madre y con la advertencia de que “aquello no se acababa así como así”. Mi madre no le hizo más caso y creo que siguió más o menos tranquila en la fiesta con la gente con la que había ido. Me hizo gracia cuando también me comentó que uno del pueblo “el roxu” le preguntó si quería “que le diera una hostia al falangista”.
Cuando escuché aquella historia por primera vez me preguntaba acerca de la manera en la que se vivía en aquella España y cómo muchos se habían puesto el mundo por montera (falangistas, adictos al régimen, curas, etc.) haciendo lo que les daba la gana y con el apoyo de la autoridad.
Pues bien, veo que a día de hoy, en esta España del 2017, hay modos de entender la vida y el mundo que perviven al margen de la ideología. Veo como personas que manifiestan sus puntos de vista contrarios a lo dominante, a eso que llaman lo políticamente correcto son acorraladas civilmente, insultadas, asediadas en sus lugares de trabajo y todo ello porque piensan de forma diferente. No hay razonamiento, ni argumentos, solo hay lo que yo digo: todo se limita a construir palabras con el sufijo “fobia”. Y temo que no tardará en volver a ponerse de moda aquella famosa frase tan de moda en tiempos de la dictadura: “usted no sabe con quién está hablando”.
Y no me sorprende que los que amenazan, insultan y asedian también ahora llevan a la fuerza pública para que detengan, controlen, pidan la filiación y demás. Aquel falangista de entonces ha transmutado en un posmoderno e intolerante izquierdista. Aquel tonto de entonces tiene herederos muy dignos, y todos ellos con un elemento común: odiar la libertad.
Sospecho lo que pensaría mi madre si ella viviera.