La última película de Clint Eastwood nos cuenta la experiencia vivida por tres norteamericanos en un tren camino de Paris. Una experiencia que salió en todos los noticiarios del mundo dado que la intervención de los mismos impidió lo que seguramente hubiera sido una masacre terrorista.

La película resulta curiosa porque está interpretada por las mismas personas que vivieron la experiencia, es decir no se trata de actores profesionales y quizás por eso en algunos momentos da la impresión de estar viendo un documental.

Hay algunas reflexiones que la visión de la película me ha generado y que me gustaría compartir aquí.

No estamos ante tres personas heroicas ni destacadas en ninguna de las facetas que han vivido hasta ese momento. Una infancia normal, a veces un poco complicada  pero no desgraciada y no estamos, por tanto, ante una experiencia de superación o ante una especie de viaje a Ítaca. Nos encontramos ante personas muy normales incluso puede que insulsas porque nada en ellos parece extraordinario. Es más, el que podríamos señalar como protagonista principal escuchará de uno de sus amigos el reproche de que nunca termina nada, que nunca se toma las cosas demasiado en serio.

Será éste quien ponga un especial empeño en prepararse para ingresar dentro de las Fuerzas Armadas en una unidad especial de rescate pero por un problema en la visión en perspectiva será descartado, añadiendo más frustración a una vida que nunca ha sido brillante. Acabará integrado en una unidad cuyas funciones son esencialmente sanitarias y de atención a heridos en el campo de batalla. Algo que no parece llenarle de entusiasmo.

Otro de los personajes también acabará en el ejército e incluso será destinado a Afganistán pero incluso allí, lo más destacable de su experiencia será la necesidad de que el convoy en el que viaja deba de dar la vuelta a una población porque descubren que le han robado su mochila/petate, algo no muy brillante en la vida de un militar.

Finalmente, el tercero se ha quedado en USA estudiando aunque tampoco asistiendo a una Universidad de la Yvi League.

En definitiva, personas muy normalitas tirando incluso a mediocres según los parámetros de esta modernidad que vivimos.

Pues bien, estas personas del montón, reaccionarán de una manera extraordinaria en unas circunstancias especiales e imprevistas. Se enfrentaron al terror y al miedo, dieron la cara y salvaron muchas vidas, jugándose la propia, especialmente uno de ellos.

Cuando la película finalizó vino a mi memoria el recuerdo de un texto que nunca aprendí de memoria pero cuyo mensaje me parecía cuadraba perfectamente con esa historia. Es un texto escrito por Marianne Williamson.

«Nuestro miedo más profundo no es que seamos inadecuados. Nuestro temor más profundo es que somos excesivamente poderosos. Es nuestra luz, y no nuestra oscuridad la que nos atemoriza. Nos preguntamos: «¿quién soy yo para ser brillante, magnífico, talentoso y fabuloso?» En realidad, ¿quién eres para no serlo? Infravalorándote no ayudas al mundo. No hay nada de instructivo en encogerse para que otras personas no se sientan inseguras cerca de tí. Esta grandeza de espíritu no se encuentra sólo en algunos de nosotros; está en todos. Y al permitir que brille nuestra propia luz, de forma tácita estamos dando a los demás permiso para hacer lo mismo. Al liberarnos de nuestro propio miedo, automáticamente nuestra presencia libera a otros.»

Creo que es ahí donde radica la clave de toda la película. No hay en ellos nada de extraordinario, ¿o si?. En realidad, ese día quizás dejaron de “infravalorarse” y de esa manera nos dieron permiso y nos animaron para que también seamos extraordinarios.

Creo que deberíamos preguntarnos cuántas veces nos han limitado la posibilidad de brillar, cuántas veces nos limitamos a nosotros mismos por miedo, cuántas veces limitamos a otros, sin ser conscientes de que de esa manera el mundo es un lugar un poco peor.

A mí me parece que con su comportamiento, estos tres chicos hicieron del mundo un lugar un poco mejor, brillaron y de ese modo nos han dado permiso a los que “somos normalitos y nada extraordinarios”. Es más, creo que nos están invitando.

No es poca cosa.