Seguramente yo he usado la expresión marca personal con cierta frecuencia, pero reconozco que cada vez más mi cabeza chirría cuando la leo o la oigo. Además, comprendo que haya gente que viva de esa idea de que hemos de crear nuestra marca personal, y sean personas que te enseñan cómo hacerlo. Y tengo que reconocer que algunos lo hacen muy bien consiguiendo que la “marca personal” tenga glamour, contenido y, a veces, incluso hasta algo místico.
Verán, no me quiero centrar en la marca personal. En el fondo, mi miedo es la sensación creciente de que cada vez nos estamos despersonalizando más a la par que personalizamos otras realidades como es la empresa. Y créanme, se han hecho “tan bien” las cosas que no solo hemos consolidado la idea de que somos un recurso (recuerden “recursos humanos”) sino que, además, con el paso del tiempo hemos ido otorgando y trasladando a las empresas y a las organizaciones cualidades que solo debieran ser propias y exclusivas de las personas: cultura, estilo, aprendizaje, valores, etc. Cuanto más hemos personalizado a las empresas y a otras organizaciones, más nos hemos despersonalizado nosotros. Y así, la organización se ha convertido, a veces, en un icono, y en una referencia y las personas nos hemos convertido en un recurso, en una marca, en un medio y, sobre todo, en una cifra dentro de una celda de Excel. Es decir, cada vez somos menos sujeto y más objeto. Y parece que todos tan contentos, especialmente en eso de la marca personal.
Quizás más de uno me tache de exagerado, pero tengo para mí que todo esto no augura nada bueno porque nos estamos metiendo, o quizás ya llevamos demasiado tiempo metidos, en el mundo de la mercancía. Y en ese mundo todo se compra y se vende. Y si todo se compra y se vende, también todo se acaba tirando “por obsolescencia, falta ya de glamour o por ser viejo” y no creo que haya que dar más pistas al respecto.
Tengamos cuidado.
Muy buena reflexión Emilio.